
El impacto del estilo de vida en la evolución del párkinson: clave para la calidad de vida
El párkinson afecta la calidad de vida, con síntomas motores y no motores, y su tratamiento incluye medicamentos, terapia y cambios en el estilo de vida.

Los neurólogos afirman que, junto al tratamiento médico, el estilo de vida desempeña un papel fundamental en la evolución del párkinson. Esta enfermedad se manifiesta a través de síntomas como el temblor, la lentitud de movimientos y la rigidez muscular, los cuales impactan de manera significativa en la calidad de vida de quienes la padecen.
Descripción y origen de la enfermedad del párkinson
El párkinson es la segunda enfermedad degenerativa más común en todo el mundo, solo superada por el Alzheimer. Su nombre se debe al médico inglés James Parkinson, quien fue el primero en describir esta patología en su obra "Ensayo sobre la parálisis agitante", publicada en 1817. En honor a su contribución, cada 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Párkinson.
La principal alteración patológica del párkinson es la pérdida de neuronas de la sustancia negra del tronco cerebral que producen y liberan dopamina, un neurotransmisor esencial para la correcta realización de los movimientos. Aunque la causa exacta de esta degeneración neuronal aún no está clara, se están comprendiendo los mecanismos moleculares que la producen.
Factores de riesgo y población afectada
Si bien el párkinson se presenta principalmente en personas mayores, la edad no es el único factor de riesgo. Se ha encontrado evidencia de que la enfermedad puede ser el resultado de una combinación de factores ambientales en personas genéticamente predispuestas. Además, el estado de inactividad física, el aislamiento social y el control inadecuado de factores de riesgo vascular también pueden predisponer a su desarrollo.
La carencia de dopamina afecta la zona del cerebro que controla el movimiento y el equilibrio, lo que da lugar a los síntomas motores más característicos del párkinson: temblor, rigidez muscular, lentitud en el movimiento e inestabilidad postural. Sin embargo, también se presentan síntomas no motores como la pérdida del sentido del olfato, cambios en el estado de ánimo, depresión, alteraciones del sueño, estreñimiento y degeneración cognitiva.
Identificación temprana de síntomas
Los primeros síntomas que pueden alertar sobre la presencia del párkinson incluyen un temblor de reposo, problemas progresivos en la marcha y falta de equilibrio. No obstante, es importante destacar que hasta en un 30% de los casos, la primera manifestación de la enfermedad puede ser la depresión, lo que requiere especial atención en personas mayores de 60 años que debutan con este síntoma sin antecedentes previos. Otros síntomas no motores precoces son la pérdida progresiva del olfato y los movimientos involuntarios durante el sueño.
Tratamiento y manejo de síntomas
Si bien no existe una cura para la enfermedad de Parkinson, los tratamientos disponibles están orientados a aliviar los síntomas. El fármaco más comúnmente utilizado es la levodopa, que las neuronas emplean para producir dopamina y reponer su concentración en el cerebro. Generalmente, la levodopa se toma junto con carbidopa para prevenir efectos secundarios como náuseas, vómitos y presión arterial baja.
Es crucial que las personas con párkinson no interrumpan la ingesta de levodopa sin consultar a su médico, ya que hacerlo repentinamente puede acarrear efectos secundarios graves. Además de la levodopa, existen otros medicamentos para tratar los síntomas, como los agonistas de dopamina, los inhibidores de enzimas, la amantadina y los medicamentos anticolinérgicos.
Cuando los fármacos no son efectivos, se puede considerar la estimulación cerebral profunda, un procedimiento quirúrgico que implica la implantación de electrodos en el cerebro para tratar síntomas como el temblor, la lentitud de movimientos y la rigidez.
Importancia del estilo de vida en la evolución de la enfermedad
Además de los tratamientos médicos, el estilo de vida de las personas con párkinson desempeña un papel crucial en su evolución. Se ha comprobado que un enfoque integral, que incluya aspectos como la nutrición, el ejercicio, las metas vitales y las relaciones sociales, tiene un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes y su entorno cercano.
En cuanto a la nutrición, es fundamental fomentar el consumo de verduras, frutas y cereales integrales, al tiempo que se reduce la ingesta de carbohidratos refinados, azúcares añadidos, carnes rojas y lácteos. Por otro lado, el ejercicio físico ha demostrado ser beneficioso, ya que los pacientes que comienzan a hacer actividad física de manera temprana experimentan mejoras en su calidad de vida en comparación con aquellos que la incorporan más tarde. Asimismo, quienes realizaban ejercicio regularmente antes del diagnóstico también muestran beneficios en sus síntomas.
El propósito de vida es otro factor clave en la evolución del párkinson. Las personas con metas y aspiraciones tienden a mantener mejor su función cognitiva y presentan un menor riesgo de demencia. Tener objetivos ayuda a los pacientes a afrontar la enfermedad con una actitud más positiva, lo cual se ve potenciado por la socialización, que ha demostrado mejorar la calidad de vida y reducir la ansiedad y la depresión.
Impacto en el entorno cercano
El párkinson no solo afecta a los pacientes, sino que también tiene un profundo impacto en su círculo más próximo. A medida que la enfermedad avanza, los afectados requieren mayor apoyo en sus actividades diarias, lo que puede generar una sobrecarga en las personas encargadas de los cuidados. Se estima que el 50% de estas personas presenta síntomas depresivos como resultado de esta sobrecarga, lo que a su vez repercute en el propio paciente, generando un círculo vicioso.
Es fundamental involucrar al entorno cercano de las personas con párkinson en la toma de decisiones, especialmente en etapas avanzadas, y fomentar la comunicación entre profesionales, pacientes y su entorno para mejorar la calidad de vida de quienes padecen esta enfermedad. La colaboración y el trabajo conjunto son esenciales para lograr un enfoque integral que beneficie tanto a los pacientes como a sus cuidadores.
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